EL CULTO A LA VIRGEN DE GUADALUPE O LA FUNDACIÓN MÍTICA DE LA MEXICANIDAD
Jan Hernández/ Hugo Castillo (mil gracias)
Manifiestamente el hombre es un ente.
Como tal, tiene su lugar en el todo del
ser al igual que la piedra, el árbol y el
águila. Tener su lugar significa todavía
aquí: Estar clasificado en el Ser.
Martin Heidegger. Identidad y Diferencia.
I ELEMENTOS TEÓRICOS DEL NACIONALISMO
Los postulados teóricos acerca de la noción: identidad nacional; son muy variables, y de echo, dependen de cada disciplina que la aborda. Historiadores, antropólogos, sociólogos, psicólogos, gastrónomos…,[1] participan de la discusión de este concepto, a momentos tan resbaladizo. Cada uno de ellos aporta elementos que contribuyen a definir la identidad nacional, a pesar de sus discrepancias.
La idea de una historia común, de un conjunto de hechos históricos, significativos, que representan e hilvanan el desarrollo social de un pueblo, ha sido propuesta como un ingrediente para sustentar la identidad nacional. Se oponen a ella, quienes piensan que esta Historia común encubre diferencias ideológicas y económicas entre los estamentos que componen la sociedad, y la convierten en un discurso metafísico, donde las contradicciones se diluyen en beneficio de una aparente unidad histórica, en la que está representada toda la sociedad.
El análisis sociológico y antropológico apunta a destacar la cotidianeidad como circunstancia que explica la identidad nacional. Propone que para entender los vínculos que se establecen entre los individuos de una comunidad, se estudie los rituales diarios, las conductas que les hacen operar la realidad de una manera específica; así como, los eventos colectivos que los congregan. Lo cotidiano, no es la interacción de quehaceres que garantizan la consecución de las necesidades humanas (la alimentación, la higiene….); sino fundamentalmente los rituales que insertan al individuo en su sociedad, en cuanto a que participa de sus sentido, en cuanto que acepta su significación como actos propios de sus cultura.
La composición familiar, la religiosidad, la asunción de la muerte, etc., son, en su manera de ejecutarse, acciones integrantes. Señala Rossana Reguillo, en su artículo: La clandestina centralidad de la vida cotidiana:
“La vida cotidiana se constituye en un lugar estratégico para pensar la sociedad en una compleja pluralidad de símbolos y de interacciones ya que se trata del espacio donde se encuentran las prácticas y las estructuras del escenario de la reproducción y simultáneamente, de la innovación social.
Armada de la certeza de sus repetición la cotidianeidad es ante todo el tejido de tempos y espacios que organizan para los practicantes de los innumerables rituales que garantizan la existencia del orden construido[2]”
El arte pictórico, la música, la literatura…. Son, También, elementos que se proponen para argumentar la identidad nacional. El siglo XIX en México tuvo como preocupación intelectual, la valoración del arte en general, desde una perspectiva identitaria. Por primera vez existió una reflexión sobre lo considerado artísticamente propio, y aunque con un aire pintoresco, se incluyó lo indígena como un ingrediente de lo nacional[3].
Sin desdeñar ninguno de los planteamientos anteriores, ocuparé para este breve ensayo, la noción de mentalidad. Ésta recoge la idea que el individuo concreto se forma de su entorno social, la manera en que construye su visión de la realidad, a partir de los insumos culturales que le proporciona su época histórica.
Como lo indica José Luis Romero:
“En síntesis, el campo de las mentalidades no es del pensamiento sistemático sino ese caudal de ideas que en cada campo constituye el patrimonio común y del cual aquél es como una especie de espuma, en relación no siempre coherente. La mentalidad es algo así como el motor de las actitudes.[4] ”
Cabe señalar, que el intento de definir la identidad nacional está condicionado por un cierto grado de arbitrariedad conceptual. En ningún caso es posible emitir un juicio que globalice todos los segmentos que componen a la sociedad mexicana; y menos aún, una característica que defina de manera total y la absoluta la pluralidad étnica e ideológica de nuestra sociedad. Así, con las mismas reservas, metodológicas de Octavio Paz al abordad el asunto de la nacionalidad, admite que:
“No toda la población que habita nuestro país es objeto de mis reflexiones, sino de un grupo concreto, constituido por esos que, por razones diversas, tienen conciencia de sus ser en tanto que mexicanos. Contra lo que se cree, este grupo es bastante reducido.”[5]
Paz, condiciona la identidad a percatarse de ella, de una autoconciencia que confirma sus valores reconociéndolo como propios; sometiéndolos al ejercicio crítico. Así, la identidad es propia del trabajo intelectual, su producto. El riesgo de la concepción de Octavio Paz es reducir la identidad a una definición “intelectual” que deje fuera otras formas no autopensadas, como lo popular.
EL CULTO GUADALUPANO O LA FUNDACIÓN MÍTICA DE LA MEXICANIDAD.
Para el sacerdote jesuita Bernardo Bergöend, el hecho sustancial que funda el nacionalismo mexicano es el culto a la virgen de Guadalupe:
“México nació allí, en el Tepeyac, y allí está el elemento aglutinante que nos mantiene unidos. (…)¿Cuál es el factor histórico principalísimo que, como principio de cohesión ha unido entre sí varios elementos raciales de México, hasta formar con todos ellos una nueva nacionalidad, la nacionalidad mexicana ¿ (...) ¡Sí, la Virgen de Guadalupe es la Madre de nuestra nacionalidad y el sostén principalísimo de su independencia!”[6]
Más allá, de que la declaración del jesuita Bergöend parezca la exaltación propia de un clérigo; incluso, de un tono excluyente, la adoración a la virgen es algo más que el acto de fe de cualquier pueblo, es la génesis de una mentalidad.
La reverencia a la virgen de Guadalupe no es el acto inaugural de la mentalidad mítica mexicana; es un eslabón más de los hechos y los actores que la propiciaron. Sin soslayar la religiosidad prehispánica, exploradores, conquistadores, misioneros….son los actores concretos de la fundación mítica de la Mexicanidad, desde una perspectiva de transculturación mental. Es claro que el discurso elaborado por éstos, se fundamentó en una apropiación que únicamente confirmaba su pensamiento. Beatriz Pastor al analizar la personalidad de Cristóbal Colón, sustenta:
“Desde el primer momento, Colón no descubre. Verifica e identifica. El significado central de descubrir, como develar y dar a conocer se ve desvirtuado en la percepción y en las acciones de Colón, quién, en sus constante afán por identificar las nuevas tierras descubiertas con toda una serie de fuentes y modelos previos, llevó a cabo una indagación que oscila entre la invención, la deformación y el encubrimiento.”[7]
Los Conquistadores,[8] manu militari de la avanzada colonialista, dejan una profunda huella, de ambigua valoración, entre la Leyenda Negra, respaldada por Sepúlveda,[9] y la excelsitud humanista de Fray Bartolomé de las Casa. En todo caso, son estos agentes los que darán cause a la formación ideológica de los futuros criollos.
Fray Servando Teresa de Mier, el 12 de diciembre de 1874 dicta el sermón que lo conducirá posteriormente al exilio, y por el que la Santa Inquisición lo perseguirá; en él expone los fundamentos, que sin negar el culto a la virgen de Guadalupe, cuestionan sus bases históricas. Es sin duda, el discurso de un hombre letrado, forjado en los ideales de la ilustración. El sermón es una pieza de indiscutible racionalidad expositiva, pero principalmente una exigencia intelectual de honestidad frente a la elaboración del culto a la virgen, el cual no intenta combatir, sino, fortalecer en sus cimientos históricos. Como todo un ilustrado Servando se resiste a la superchería e idolatría.
Para muchos estudioso del fenómeno guadalupano, el sermón de Fray Servando es vital para comprender el debate respecto al asentamiento del guadalupanismo desde el ángulo de la mentalidad criolla. Ya señalaba Servando Teresa de Mier, que entre las muchas intenciones que perseguía el arzobispado al censurar su sermón, era el de señalar la deslealtad criolla a la Corona:
“Los del arzobispado hacían de propósito equivocar a los mexicanos sobre la gloria que yo les procuraba con mi sermón: Y decían que era una conspiración de los criollos para quitar a los españoles la gloria de habernos traído el Evangelio, igualar con ellos a los indios dándoles su imagen del Pilar”[10]
Se advierte en la reflexión de Servando el ánonimato político que perneaba el tiempo previo a la independencia: Un forcejeo ideológico por sustentar una identidad única.
La rectitud de Fray Servando, lo impulsó a señalar finalidades que pretendía el culto ala virgen de Guadalupe, y sin ser la tesis teórica principal; en última instancia: La transplantación de una religiosidad hispánica; siempre urgida de anular la presencia de los dioses indígenas:
“En una palabra: Yo haré ver que la historia de Guadalupe incluye y contiene la historia de la antigua Tonantzin, con su pelo y con su lana, lo que no se ha advertido por estar su historia dispersa en los escritores de las antigüedades mexicanas. Y así, una de dos: o lo que prediqué es verdad o la historia de Guadalupe es una comedia del indio Valeriano forjad sobre la mitología azteca tocante a la Tonantzin.”[11]
Así, el guadalupanismo es en su cimiento español, surge de preocupaciones hispánicas, y posteriormente fue incorporado a la idiosincrasia criolla. Fray Servando, cuestionó, no la aceptación religiosa de la virgen; sino, los anacronismos que sustentan su historicidad. Entres otros: Los obstáculos lingüísticos para que Juan Diego pudiera comprender el mensaje de la virgen, que al aparecérsele a dice llamarse Guadalupe, nominativo que contiende dos fonemas consonantes desconocidos en el náhuatl, lengua nativa de Juan Diego, la g y la d.
El supuesto bautismo de Juan Diego antes de 1531, fecha de las apariciones, según el Nican Mopouha,[12] lo que no es posible dado que este sacramento fue instituido hasta 1934, y dada la renuencia nativa, aceptada hacia 1540, como lo señala Mendieta. El colegio de Tlatelolco fue fundado hasta 1534, por lo que Juan Diego no pudo pertenecer a él.
Antes de 1531 ningún indio llevaba un doble nombre, siendo el segundo apellido. No mencionan a la Guadalupe, ni al Tepeyac como centro destinado a ella, Fray Bartolomé de las Casas, Gómara y Bernal Díaz del Castillo. Fray Servando Teresa se extiende en fundamentos que sostienen que el guadalupanismo es un mito, una fábula, como él la llama. Comparten con Servando la tesis de la adecuación religiosa, de la formulación de la fábula; necesaria para los objetivos de conquista y colonización, entre otros, Xavier Campos Ponce:
“De la misma forma, catorce o dieciséis siglos después, el cielo y el panteón de los aztecas y demás pueblos de México y América, el Tlalocan y el reino Tezcatlipoca tuvieron que ser incorporados y fusionados dentro de la religión católica que trajeron los invasores españoles. Estos tuvieron que aceptar a Tláloc, dios de la lluvia y lo fusionaron con la virgen del Carmen, o con Juan Bautista, por ejemplo, como proveedores de esa lluvia; el arcángel Miguel en lugar del dios de la lucha, impulso o actividad azteca; a san Pedro, en vez del viejo Huehuéteotl, Jesucristo sustituyó a Huitzilopoxtli, el Espíritu Santo a Ehécatl dios del viento, y María Madre a la diosa Tonantzin, madre del dios de los nativos. ”[13]
Ponce, desde una postura radical, asegura que el rito guadalupano es la base de la dominación española; pero,
También, de la postración cultural de México: La mimesis del rito guadalupano, busca dejar sin efecto ideológico a las raíces paganas de los dioses indígenas. Desde el fascismo mental europeo, cuyo fundamentalismo religioso es intransigente con otras formas de comprender la realidad social, era necesario sepultar cualquier visión cultural que contradijera la idea de un dios único.
Así, como un hecho que patentiza tal finalidad, hubo que invertir en ruines los templos autóctonos para levantar sobre ellas los diseños líticos de una nueva concepción ideológica.
El culto a la virgen de Guadalupe tuvo su momento culminante cuando Miguel Hidalgo inicia la lucha independista enarbolando la imagen de la virgen de Guadalupe. La fundación mítica de la Mexicanidad se consagraba.
Pero, ¿Cuál es la mentalidad heredada a través de esta magnificación de la virgen?
En realidad una mentalidad titubeante, ambigua, que se debate siempre entre la modernidad, la cientificidad y la religiosidad más exasperante. Confluyen en esta mentalidad criolla, mestiza, mexicana, los excesos y las pasiones desbordadas, la inteligencia y la creatividad. Se amarran en un abrazo controvertible Octavio Paz, como el hombre más universal de nuestras letras y la China Poblana.
Como señala Francisco de la Maza, al reflexionar la religiosidad novohispánica:
“Los indios no podían acabar de distinguir bien entre la una y la otra, en los momentos en que ‘eestaban tan tiernos a la fe como dice Grijalva, o en que se sentían nepantla, es decir, en medio, entre un culto y otro, como le explicaría en 1585 un indio al cronista Diego Durán: ‘ que como no estaban arraigados en la fe, que no me espantase -dice Durán- que aún estaban neutros, que ni bien acudían a una ley, ni a la otra, o por mejor decir, que creían en Dios y que juntamente acudían a sus costumbres antiguas y ritos del demonio. ”[14]
El concepto nepantla, es quizá, el que mejor refleja la mentalidad mexicana, el hito que proporciona a la Mexicanidad su significación, su permanente debate ontológico; pues, el mexicano es un ser indefinido, siempre ambiguo, entre dos o más concepciones culturales. Para el mexicano la identidad nacional siempre esta por realizarse; está puesta en un futuro impreciso.
A cada paso el mexicano se encuentra involuntariamente con formas culturales más fuertes, más consolidadas. No sabe si diluirse en ellas, para acceder, a la modernidad vigente o, refugiarse en lo propio, e intentar una respuesta ingeniosamente suya. El mexicano, en razón de este titubeo, carece de humor: Solo le queda el escarnio sobre él mismo, el dolor inexacto de SER.
Bibliografía
· El guadalupanismo Mexicano. Francisco de la Maza, Lecturas Mexicanas, núm. 371984, Pág. 23
La virgen de Guadalupe y la diosa Tonantzin, Xavier Campos Ponce, Ediciones, JCP, 1970, Pág. 11
Guillermo Ortiz de Montellano (Nican Mopouha, Universidad Iberoamericana, edición bilingüe náhuatl-español, 1990, Pág.13)
· Los Conquistadores, de Jacques Lafaye, ED. Siglo XXI, 1964.
· tratado de las justas causa de la guerra contra los indios, Juan Ginés de Sepúlveda, Editorial F. C. E., 1979
· Fray Servando Teresa de Mier. Memorias, editorial Porrúa, tomo I 1988, Pág. 96
· ¡Vivan los tamales!; La comida y la construcción de la identidad mexicana. Jeffrey M Pilcher,CONACULTA- CIESAS, Ediciones de la Reina Roja, 2001.
· La vida cotidiana y su espacio- temporalidad, Alicia Lindón (coord.), Ed. Anthropos, 2000, pág. 77
· la novela corta en el primer romanticismo mexicano, Celia miranda Cárabes, (el estudio preliminar, capítulo II: “Notas sobre literatura Mexicana”), UNAM, 1985, Pág. 15-71,
· Estudio de la mentalidad burguesa, José Luis Romero, Alianza ED. 1989, Pág. 17
· El laberinto de la Soledad, Octavio Paz. F. C. E., página 11.
· La nacionalidad mexicana y la virgen de Guadalupe, Bernardo Bergöend, Editorial Jus, 1968, Págs. 2
El discurso narrativo de la conquista de América, Beatriz Pastor, Casa de las Américas, 1983, Pág
[1] Veáse ¡Vivan los tamales!; La comida y la construcción de la identidad mexicana. Jeffrey M Pilcher,CONACULTA- CIESAS, Ediciones de la Reina Roja, 2001.
[2] En: La vida cotidiana y su espacio- temporalidad, Alicia Lindón (coord.), Ed. Anthropos, 2000, pág. 77
[3] Consúltense, para el caso de la literatura: la novela corta en el primer romanticismo mexicano, Celia miranda Cárabes, (el estudio preliminar, capítulo II: “Notas sobre literatura Mexicana”), UNAM, 1985, Pág. 15-71, en el que la autora desarrolla los aspectos más relevantes del nacionalismo literario.
[4] Estudio de la mentalidad burguesa, José Luis Romero, Alianza ED. 1989, Pág. 17
[5] El laberinto de la Soledad, Octavio Paz. F. C. E., página 11.
[6] La nacionalidad mexicana y la virgen de Guadalupe, Bernardo Bergöend, Editorial Jus,
1968, Págs. 2
[7] El discurso narrativo de la conquista de América, Beatriz Pastor, Casa de las Américas, 1983, Pág. 20
[8] Consúltese para valorar la participación de los primeros españoles en tierras americanas: Los Conquistadores, de Jacques Lafaye, ED. Siglo XXI, 1964.
[9] Veáse tratado de las justas causa de la guerra contra los indios, Juan Ginés de Sepúlveda, Editorial F. C. E., 1979
[10] Fray Servando Teresa de Mier. Memorias, editorial Porrúa, tomo I 1988, Pág. 96
[11] Op. Cit. Pág. 43
[12] Según Guillermo Ortiz de Montellano (Nican Mopouha, Universidad Iberoamericana, edición bilingüe náhuatl-español, 1990, Pág.13) la morfología y fonética correcta, en apego al náhuatl clásico, debe ser Nican Mopouha. Bernardo Bergöend, manejan el término: Nican Mopouha.
[13] La virgen de Guadalupe y la diosa Tonantzin, Xavier Campos Ponce, Ediciones, JCP, 1970, Pág. 11
[14] El guadalupanismo Mexicano. Francisco de la Maza, Lecturas Mexicanas, núm. 371984, Pág. 23
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